Escrito por

Roberto Segura

Categoría:

Blog

08 Marzo 2022

Conozco a una mujer que fue la primera que se puso minifalda y que lo cuenta orgullosa a sus ya demasiados años. Dejó su estupendo trabajo y a su familia por seguir las aspiraciones profesionales de su marido. Hizo muchas mudanzas. Construyó muchos nidos cargando cada vez con más niños a su espalda siempre siguiendo sueños que no le pertenecían.

 

Conozco a una mujer que consiguió un colegio para sus cuatro hijos con el curso ya empezado engañando y peleando con curas. Llevaba toda la gestión de la casa, cocinaba de noche y tenía su horario cuadrado al minuto. Sabía qué se comería al día siguiente y ya tenía compra, las medicinas, la ropa y todo lo que hiciese falta. Y aún le daba para recordar dónde estaba todo lo que nadie encontraba, aguantar broncas y caprichos.

 

Conozco a una mujer que vivió por teléfono. Que nunca tuvo tiempo para ella sola. Que nunca supo lo que era irse de cena con amigas. Que esperaba a que alguien que nunca estaba la sacara. Que nunca decidió qué hacer en vacaciones.

 

Conozco a una mujer que era buenísima en su trabajo pero se sentía malísima por no llegar a todo. Que se hundió y que se levantó más por obligación que por ganas. Que se volvió a hundir. Que se volvió a levantar por los demás sólo para volverse a hundir. Y así convivió con su depresión, cuando eso era de locas, durante media vida. Se odiaba cada día un poquito más por no poder cumplir con todas las obligaciones que la sociedad, su marido y ella misma se habían impuesto. Y así llegó el divorció. Tuvo que apechugar con todo lo que ya llevaba y con las malas lenguas.

 

Conozco a una mujer que siempre volvió a levantarse. Que consiguió perdonarse y olvidarse aunque fuera un perdón por agotamiento y un olvido por secuelas. Llegó la vejez. No tuvo pensión propia porque su vida la había regalado a otros. Su historial laboral no cabía en 100 carpetas pero a nadie le constaba. Era invisible. Todo lo que había hecho era lo que tenía que hacer como mujer o como madre. Merecía matrícula de honor pero la vida le ponía un insuficiente.

 

Conozco una mujer que luchó en los juzgados y a través de su cómplice el teléfono hasta que consiguió que le dieran lo que le correspondía. Fueron años peleando por lo que merecía sin saber lo que era el feminismo. Consiguió que la sociedad la hiciera visible y que le dieran aquello que merecía. Lo obtuvo cuando ya apenas podía disfrutarlo y con suficientes años para saber que nada compensa perder una vida.

 

Conozco a una mujer que leerá esto y se sentirá identificada a pesar de no haberlo inspirado. Todos conocemos a demasiadas mujeres así y por eso hacen falta muchos días como este. Porque muchas mujeres han sido invisibles durante demasiado tiempo.

 

A sus pies señoras y señoritas y muchas gracias por sus vidas.

 

PD: Conozco a una mujer que ha estado "escribiendo..." su respuesta durante 34 minutos. Que ha dicho que me he dejado muchas cosas malas que le han pasado y que a los hombres hay que respetarlos igual que a las mujeres. Que me ha pedido que le imprima esto y que todo muy bonito pero que a ver cuándo le llevo a sus nietos.